Hola hola,

El tema de hoy puede que sea obvio para varias personas, o no, pero decidí escribir sobre esto porque, como muchas cosas en la vida, esta también fue una de esas ideas que me tocó deconstruir.

Y es la expectativa vs la realidad de trabajar en moda.

Esta lista puede ser larga, y las personas que se han cruzado con este medio lo saben, pero quiero hablarles sobre una que ha tenido un gran impacto en mí y con la que he recorrido un largo camino.

La identidad es una de las cosas que más me ha confrontado; la identidad en el sentido de saber quién eres, de conocer genuinamente tu esencia. Aunque creo que esto es una constante exploración y siempre está en desarrollo, la moda paradójicamente ha sido el escenario donde más la he puesto en duda y, a su vez, donde más la he reforzado

Si ya leyeron el blog anterior (y si no, ¡vayan a leerlo! ;)), mi primer trabajo fue con una empresa que asesoraba marcas para su camino a la internacionalización. Luego de este trabajo, empecé a trabajar con una de las diseñadoras más reconocidas de Colombia en su marca de accesorios, y allí empezaron a intensificarse ciertas inseguridades.

Cuando te empiezas a rodear de personas que llevan años respirando y viviendo moda, con personas que tienen un estilo personal tan único y definido, para mí fue inevitable cuestionarme a mí misma. Pensamientos como: "¿Será que me visto bien?", "¿Será que si no tengo una personalidad muy llamativa no puedo pertenecer a este mundo?", "¿Estoy al nivel de estas personas?", empezaron a rondar mi cabeza; la odiosa comparación era inevitable.

La verdad, esta atmósfera de constante creatividad, grandes personalidades y, muchas veces, egos, puede ser muy intimidante. Esto me llevó a que, por un tiempo, mi inseguridad personal creciera porque sentía que no encajaba o que mi estilo no era lo suficientemente "único" o "diferente". Tanto así que, en un punto (es duro reconocer esto), me daba pena hablar de mi marca (que para este momento ya existía). ¿Por qué? Precisamente porque, al conocer y estar más dentro de este universo, no me sentía suficiente personalmente y, mucho menos, con mi marca, que aún hoy es la muestra de mi vulnerabilidad creativa y es la materialización de exponerme al mundo.

A medida que estas dudas se incrementaban, empecé a sentir una lucha interna. Por un lado, quería, o más bien "sabía racionalmente", que debía ser auténtica, fiel a mi esencia y a mi estilo personal. Por otro lado, sentía la presión de adaptarme, de ser más llamativa, de encajar en las expectativas que esta nueva realidad parecía imponerme.

En medio de esta confusión, llegué a la conclusión, que parece un poco obvia y cliché cuando la escribo, pero no se sintió así en la vida real, de que la autenticidad no tiene precio, y punto, así suene cringe.

Entendí, de verdad, que intentar ser alguien que no eres solo para encajar no es solo una batalla perdida, sino una guerra que no quiero luchar. Que mi estilo es único tal y como es porque es mío y representa a la Marcela de hoy. Probablemente en unos 10 años cambie y eso está bien porque vamos evolucionando con la vida. Pero ese estilo minimalista, femenino, de líneas limpias y fluidas, colores neutros y sólidos soy yo. ¿Que es genérico? Tal vez. ¿Predecible? De pronto, no sé. Lo que sí sé es que lo disfruto, me siento bien y finalmente segura.

La moda, en su verdadera esencia, celebra la individualidad y la diversidad. Empecé a entender que lo que realmente importa no es tener un estilo llamativo o una personalidad extravagante, sino ser genuino y fiel a uno mismo.

Con esta nueva perspectiva, empecé a aceptar mis inseguridades y a verlas como parte del proceso de crecimiento. Me di cuenta de que mi valor no radicaba en la cantidad de atención que atraía, sino en la autenticidad de mi expresión. La moda se ha convertido en un vehículo para explorar y reafirmar mi identidad, en lugar de un campo de batalla donde tengo que demostrar mi valía.

Con toda su aparente superficialidad, este gremio me ha enseñado una lección profunda sobre la autenticidad. Paradójicamente, en un mundo donde la apariencia lo es todo, encontré la importancia de ser fiel a mi verdadera esencia. Descubrí que el verdadero estilo no se trata de seguir tendencias o de ser el que más llame la atención, sino de ser uno mismo con confianza y autenticidad.

Y así acaba otro día de conversaciones cercanas.

¡Las espero la próxima semana!

Marcela

Marcela Ocampo